Lo que más claro tiene Ricardo es que cada uno tiene que hacer su camino, que puede parecer un brindis al sol por su parte pero no lo es en absoluto. Se refiere al viaje introspectivo que supone ponerse a caminar. Su caso es paradigmático en este sentido; a pesar de la soledad y de la dureza física y emocional que supone salir de Roma y llegar a Santiago, Ricardo nos propone que disfrutemos del Camino en soledad, que nos tomemos nuestros tiempos. Todo esto no quita para que compartamos risas, charlas, comidas y bebidas, abrazos y demás encuentros físicos con otros peregrinos, hospitaleros y paisanos de las zonas que atravesamos. Pero igual que en la vida, el ser humano ha de asumir y aprovechar la soledad en la que vive inmerso.

Desde el 24 de agosto lleva caminando Ricardo en dirección a Galicia. A principios de diciembre entró en España y los primeros días de 2019 espera llegar a Santiago y a Fisterra. Nos lo cuenta con la mayor naturalidad, sin darse importancia, como los grandes personajes del Camino que de vanidad no tienen mucho.

Lo más duro se le ha hecho atravesar Francia, sin contacto alguno con peregrinos. Allí le tocó cenar más de un día pan y chocolate al encontrarse todas las tiendas cerradas. Siempre llevaba un trozo de pan y algo de chocolate en la mochila como solución de emergencia y más de una vez tuvo que recurrir a ellos.

Ricardo recuerda el tramo del Camino de Arles como el tramo más bonito y el paso de los Alpes como lo más peligroso y dificil con momentos en los que era necesario escalar.

Nuestro hombre también hace este recorrido tan especial en recuerdo a un familiar ausente que no pudo hacer su camino. Por ello, lleva dos credenciales; la suya y la de ella.

Ricardo nos recomienda ser valiente y no posponer ningún camino para esas vacaciones más largas de lo habitual o para una ansiada jubilación. Como si fuera un lema de vida aplicable al Camino repite: «lo quieres hacer, hazlo».